Cristóbal Colón, entre Cartagena y Mazarrón
A ún hoy, cinco siglos largos después del descubrimiento de América, sigue siendo una incógnita el lugar donde Cristóbal Colón desembarcó por vez primera en el nuevo mundo aquel legendario 12 de octubre de 1492. La tradición, porque el diario de a bordo se perdió y solo existe la copia que realizara fray Bartolomé de las Casas, mantuvo siempre que el almirante alcanzó la isla de Guanahaní.
Durante siglos muchas localizaciones se atribuyeron a esta isla, de la que Colón no aporta demasiados datos para ubicarla. Así, unos apostaban por Cayo Samana, otros por San Salvador (denominada Watling hasta 1925) y no faltaban quienes apostaran por Isla Gato, entre otra media docena.
La sociedad National Geographic presentó en 1986 en Washington el resultado de un interesante estudio que aplicaba las últimas tecnologías de la informática al rumbo que siguieron las carabelas. Los investigadores mantenían que el viaje concluyó en Cayo Samana. De esta manera se desmontaba la teoría aceptada de San Salvador. Sin embargo, eso mismo quedó demostrado, aunque silenciado hasta hoy, en otro experimento realizado frente a las costas de Cartagena y Mazarrón.
El papel de Luca de Tena
Todo comenzó cuando el escritor, fundador y director de 'ABC', Torcuato Luca de Tena y Álvarez Ossorio (1861-1929), viajó a las Bahamas acompañado por un grupo de expertos, todos miembros del Patronato Doce de Octubre. Esta institución, que el célebre periodista presidía, estaba dedicada a impulsar estudios sobre cualquier materia relacionada con el descubrimiento de América.
El objetivo de aquella expedición era elaborar una teoría científica en torno a la llegada del almirante al nuevo mundo. Aunque fueron obtenidos gran cantidad de datos durante el estudio, el mal tiempo impidió que se realizara un experimento de gran trascendencia para la investigación. Así que, al retornar a España, Luca de Tena eligió las costas murcianas para reproducirlo.
Eso sucedió en mayo de 1968, hace ahora medio siglo justo. El experimento arrancó en Cartagena, desde cuyo puerto zarpó la lancha 'Nereida' bajo las órdenes de Jesús Salgado, comandante del 'Vicente Yáñez Pinzón', un cañonero que se construyó en 1943 y tenía 95 metros de eslora. Su destino era un punto de la costa ubicado a diez millas de la ciudad portuaria en dirección a Mazarrón.
La lancha navegada a ocho millas, la misma velocidad máxima estimada que desarrollaban las carabelas en la víspera del 12 de octubre de 1492. La madrugada, cuando el equipo zarpó en 1968 a la media noche, era clara y despejada, lo que auguró el éxito de tal prueba.
Buena visibilidad
En la tripulación viajaba otro prestigioso periodista murciano, José García Martínez, quien publicaría más tarde en 'La Verdad' una apasionante crónica de aquella noche. Por su pluma sabemos hoy que Luca de Tena recordó cómo Colón, según las crónicas, también disfrutó de una mar en calma al llegar a América, con una «visibilidad [que] era también buena.
Soplaba el viento y, como usted sabe, el viento limpia la atmósfera».
Las hipótesis imperantes en 1968 dividían a la mayoría de autores entre quienes señalaban San Salvador o Watling como punto de llegada y no pocos que se decantaban por Isla Gato.
De esta última opinión era Luca de Tena. Pero, sobre todo, el experimento en Murcia le llevaría a descartar, como hiciera dos décadas después National Geographic, la isla de San
Salvador.
¿Cómo llegaron a esa conclusión? En el diario de Colón glosado por Las Casas puede leerse que en la noche del 11 de octubre el almirante, a bordo de la Santa María, comunicó a su
tripulación que a popa parecía divisarse una luz intermitente. Unos aseguraron poder verla y otros no.
Las dudas animaron al marino a proseguir la travesía. Las dudas y la mala experiencia.
Porque días antes los hermanos Pinzón advirtieron otras luces que, tras desviar el rumbo para comprobarlo, resultaron ilusiones. Y Colón, a aquellas alturas, no deseaba perder más
tiempo. Aunque sí que ordenó a todos que rezaran una salve y les aseguró que pronto avistarían tierra, además de prometer un jubón de seda al marinero que antes lo anunciara.
Fuego sobre el mar
Luca de Tena quería comprobar la intensidad de aquella supuesta luz que vio Colón. Y por ello ordenó que en la costa se encendiera una fogata similar a la que los indígenas americanos pudieron prender en 1492. Además, en Murcia se situó el fuego a cuarenta metros sobre el mar, altura máxima de las islas en aquellas latitudes.
La primera sorpresa en Murcia fue que, efectivamente, la luz de la hoguera era intermitente, dado los lógicos vaivenes de la lancha. Pero la conclusión resultó, al menos para aquellos
expertos, definitiva. De entrada la hoguera que divisó Colón debió de ser más pequeña que la encendida en Murcia. De lo contrario, el almirante hubiera cambiado el rumbo para dirigirse hacia la isla. «Para un marino avezado es síntoma seguro de que hay tierra», publicó 'La Verdad'.
Los resultados del experimento murciano dieron sus frutos. La luz que las crónicas señalan que descubrió Colón podría haber sido de una hoguera, aunque sin duda más pequeña que la
encendida en la costa murciana.